LECCIONES PARA NO SER EXPULSADO DE UN MEDIO DE COMUNICACIÓN...
Escribe: Guillermo Peña H.
Voy a fundamentar el objetivo de este artículo (una compilación de los mejores pasajes y textos de los más trascendentes hombres y mujeres de prensa de nuestro país y fuera de él. Ojo, dije LOS MEJORES) con algo simple y sencillo: no soporto a tantos animales sueltos en plaza (llámese al respetable oficio del periodismo). Con tanto material disponible puedo hasta elaborar un bestiario: golpeadores, padres inhumanos, jóvenes deslenguados con ínfulas de grandes señores, fanfarrones, megalómanos, difamadores que padecen del Síndrome de Adán, y hasta palomillas de cerebros lánguidos conforman el extenso catálogo de periodistas de esta jurisdicción, quienes, por estas mismas razones, terminan siendo expulsados de sus medios (casas radiales y televisivas locales y capitalinas), desertando a la competencia y utilizando sus ondas para improvisar lágrimas y discursos morales y éticos que no van acorde con su personalidad podrida desde adentro. Hay, felizmente, honrosas excepciones, pero de ellos no voy a hablar, sino de los esperpentos. Comienzo a civilizar:
«Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Los cínicos no sirven para este oficio. (…) para los cínicos estas palabras no hacen sentido, son ininteligibles, vacías de contenido, les son inútiles por impracticables, quizás les parezcan hasta estúpidas» (Claudia Cisneros, “El vil comercio de la desinformación”). Basándome en la lección de Cisneros quizás, pienso yo, que algunos de estos malos elementos —como sucede en la escena local— nacen y se desarrollan en el escenario mediático muy contaminados y defectuosos, razón por la cual suelen ser estigmatizados y como consecuencia maldecidos por la naturaleza misma, quien aplicando su sabia ley del equilibrio y la justicia le quita el don de la palabra o le provoca una intermitencia constante en su verbo y dicción, y lo revela ante los espectadores y la opinión pública como un ser ordinario, de nomenclatura y verborrea atroz, infame, sin consciencia ni autorregulación y desmedido en sus conclusiones sobre terceros (esto sí es una característica muy innata en ellos).
«El periodista tiene que pensar que el poder de la información es tremendo y que, por acción o por omisión, puede ser corresponsable de grandes avances o de grandes crímenes» (Pascual Serrano, periodista político español). Un precepto que hasta la fecha no conciben ni asimilan la gran mayoría de nuestros informadores, paisanos nuestros.
«La parcialización de los medios generan problemas para la democracia. (…) los ciudadanos deben tener acceso a las diversas fuentes de la información y los candidatos deben competir bajo condiciones mínimamente equitativas. Si los medios informan sobre un lado pero no el otro, o si juegan a favor de un solo candidato o partido, se violan normas básicas de la democracia» (Steven Levitsky, politólogo). Este análisis debe ser tomado en cuenta sobre todo en épocas como esta, aprovechando la coyuntura electorera venida a menos por sus distintos protagonistas.
«¿Para qué sirve el periodismo político? Para joder. Ahora. Si me preguntan, debo añadir que en esto del periodismo político, hay periodistas y Periodistas. Algunos, verdaderamente comprometidos en ayudar al ciudadano a pensar con libertad y espíritu crítico, y otros que van por la vida como monos con metralleta, manipulando y embrollando en lugar de explicar. O están también los que silencian cosas, o fungen de savonarolas, o los que se presentan como serios y no son sino charlatanes impresentables. Como sea. La libertad de prensa, como sugirió Jefferson, es una suerte de mal necesario» (Pedro Salinas, “Para joder”). Un acertado comentario que, personalmente, suelo tomarme muy en serio. y creo que para joder, hay que saber hacerlo.
Y precisamente quiero finalizar con una gran lección que le dio el recientemente desaparecido Enrique Zileri al mismo Pedro Salinas en una pequeña tertulia, y que este último compartió hace poco a través de un artículo titulado “Un periodista de raza”:
—¿Qué es ser periodista? —le pregunta Pedro Salinas a quien él respetaba y consideraba una eminencia de la prensa libre peruana.
—Decir las cosas como son. —contestó inmediatamente el siempre humilde e ingenioso Zileri.
—¿Qué cualidad innata debe tener un periodista? —repregunta Salinas.
—En primer lugar, tiene que ser curioso y debe tener deseos de aprender siempre. Uno de los grandes peligros del periodista es creer que todo lo sabe. Además tiene que tener cierta firmeza. Tiene que saber resistir a la vanidad, declinar a sentirse un oráculo. —y así culminó el maestro de Caretas, dándole una clase magistral a todos los que quieran seguir preparándose, porque, como dije en mi artículo anterior: “lo único permanente es el cambio”. Ojalá lo tomen en cuenta y lo apliquen, que es lo que más importa ahora.