CORRUPCIÓN ES COTIDIANIDAD...
Escribe: Guillermo Peña H.
Normalmente realizo viajes a la capital del país. Pero últimamente hago viajes cortos a destinos intermedios de Cañete a Lima. En el tiempo que llevo trasladándome he aprendido a reconocer el comportamiento, la mentalidad y el modus operandi de muchas de las empresas de transportes que siguen la ruta mencionada, y también de sus trabajadores que, en algunos casos, más parecen esclavos/frustrados a sueldo que empleados: 1) Soyuz (Perú Bus) por ejemplo, quiere cobrar literalmente lo que se le antoja y uno termina pagando lo que su cobrador (que se siente el dueño de la compañía) demanda de acuerdo a su estado anímico; ay de ti si se encuentra de mal humor por haber sido maltratado por uno de sus superiores (algo frecuente), o si te resistes/rebelas contra la tarifa propuesta en el acto; ¡prepárate!, porque te va a bajar del bus donde “caigas”, en medio de la nada si es posible. 2) Ettusa y los Cañetanos y su parsimonia para emprender el viaje. Se concentran tanto en jalar a la mayor cantidad de gente para viajar sin pausas, pero paradójicamente eso es lo que les hace perder pasajeros ansiosos, que por la urgencia y el apuro se bajan del bus y abordan otros vehículos de la competencia. Sin embargo, a pesar de todo, Ettusa y los Cañetanos cobran un precio cómodo y justo, incluso para los destinos intermedios a donde yo suelo acudir constantemente. 3) En cuanto a la empresa Flores, pues ellos son un caso excepcional y curioso; sus cobradores son chéveres, en serio: te preguntan adónde vas y luego te presentan dos propuestas de tarifas: la normal y la “especial”. La normal es aquella que no involucra rebajas ni subidas de precio; pagas lo que debes pagar. La especial es la económica, la que te cuesta por debajo de lo normal y todavía recibes vuelto, pero no tienes derecho a reclamar tu comprobante de pago, o sea tu boleto. Es para la caja chica del cobrador. Ah, y si por si acaso sube algún inspector, previamente el cobrador te advierte que le digas que acabas de subir en ruta, o de lo contrario te entrega un boleto de algún otro pasajero que haya pagado un viaje directo y bajado antes de lo previsto para que lo suplantes.
Es emocionante jugar a engañar a quienes deben aplicar el control en el transporte. Suele ser satisfactorio ahorrarse unos soles apelando a la informalidad. Claro que lo es. Yo lo sé. Si esto sucede en el transporte, ¿te imaginas qué pasará en la vida diaria, en la cotidianidad de cada persona, en la política, en el derecho con los abogados, fiscales y magistrados, en las instituciones públicas y sus funcionarios, en el periodismo? Sobre todo, ¿te imaginas qué pasará dentro del matrimonio política/periodismo, que tan de moda está?
Esto demuestra que todos, sin excepción, somos corruptos. De alguna medida o manera generamos corrupción consciente o inconscientemente. Lo único que nos diferencia es la menor o mayor simpatía y condescendencia que sentimos por ella. La vemos de una forma más relajada cuando ésta nos beneficia o sirve. ¿Alguien dijo que no? Entonces pregunto: ¿Quién renunciará a ciertas preeminencias otorgadas? ¿Qué periodista se resistirá al dinero que proporciona el Estado disfrazado de publicidad? ¿Quién será el primer angurriento que proteste y ataque ante la ausencia de un pago arguyendo dignidad? ¿Quién se rasgará las vestiduras y escupirá moralina incipiente y burda? ¿Quién será el primer hipócrita que critique este texto?.