CON LA SINCERIDAD QUE (NO) ME CARACTERIZA…
Escribe: Guillermo Peña H.
«Si las cosas siguen como están, habrá que elevar la neurosis a la categoría de ideología», frase que Alfredo Bryce Echenique plasmó en uno de sus artículos periodísticos publicados en su libro 'A trancas y barrancas', y yo la comparo con la realidad periodística local, sobre todo con mi buen amigo Rubén 'El Jito' Auqui, quien —acabo de comprobarlo por enésima vez— es víctima de su propia “democracia” y/o modus operandi en la comunicación.
Él, con toda la buena intención del mundo, contesta las llamadas telefónicas que realizan sus amigos, sus oyentes más fieles, los políticos y —por qué no decirlo— los más importantes analistas y opinólogos del medio. Pero este proceder significa que sobre él se esgrimirá permanentemente un arma de doble filo, un arma muy peligrosa: la intolerancia y el agravio, pues también se apertura los micrófonos a los individuos más frustrados y resentidos de esta sociedad inmadura, a los expertos en menoscabar la imagen de todos aquellos que no son de su agrado, de su simpatía, de su mismo color y rebaño político; incluso, cuando se trata de acabar con el opositor, no escatiman esfuerzos para incluir al mismísimo anfitrión de Democracia en Radio, que le cedió un valioso espacio dentro de su peculiar programación y puedan verter opinión (un derecho fundamental que tenemos por ser miembros de una democracia).
Pero, seamos francos, aquellas personas que no pueden mantener una conducta estable y correcta a la hora de opinar, alguien que no sea capaz de conservar una posición subjetivamente bien intencionada (al diablo el que cree en el mito de la objetividad), alguien que no ha investigado ni estudiado un tema en particular, no tiene derecho a hablar. Porque para hablar correctamente y decir cosas significativas hay que investigar, analizar y generar ideas propias y originales. Aquel que no investiga no tiene derecho a hablar, porque solamente dirá estupidez y media. Y ya sabemos cuántas barbaridades se cometen en nombre de la democracia.
Me pregunto: ¿Qué pasa cuando llama un tal Florían que no quiere, de acuerdo a ley, identificarse antes de brindar algún tipo de opinión en un espacio informativo, y donde sorprendentemente el conductor le da prórroga hasta el mes de agosto para que lo haga? ¿Qué sucede cuando un desequilibrado, y posiblemente víctima del delirium tremens, Eliseo Vicente Peña, alias Baretazo —con quien deslindo todo tipo de vínculo con respecto al apellido—, cree tener autoridad para calificar a los demás de acuerdo a sus conveniencias y autodenominarse 'la última reserva moral de Cañete' (ya sabemos de qué calaña son aquellos que degastan con el uso aquellas palabras como dignidad, justicia, honestidad y lealtad hasta que estas dejan de tener algún significado valioso y simplemente no dicen nada)? ¿Qué pasa?
Así que, les comento, que estoy convencido que la libertad de expresión debe ser urgentemente regulada. Porque bien dicen que la democracia es el mejor de los malos gobiernos, y el peor de los mejores.